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Fases de la enfermedad: temprana, diseminada y crónica

Temprana, diseminada y crónica — Una guía clara para pacientes y cuidadores

La enfermedad de Lyme puede parecer confusa y cambiante. Algunas personas desarrollan síntomas sutiles al principio; otras pasan meses o años sin saber que su fatiga, ansiedad, dolores articulares o problemas de memoria podrían tener un origen infeccioso. Esta variabilidad clínica ha hecho que Lyme sea conocida como “la gran imitadora”, ya que puede parecerse a enfermedades tan diversas como fibromialgia, esclerosis múltiple, lupus, ansiedad crónica, trastornos del ánimo o incluso enfermedades psiquiátricas.

Una de las claves para entender cómo evoluciona esta infección es conocer sus tres fases clínicas principales. Aunque no todos los pacientes las atraviesan de manera lineal o completa, cada fase representa un momento crítico en el desarrollo de la enfermedad y, sobre todo, una oportunidad para intervenir con el tratamiento adecuado.

 

Fase 1: Enfermedad temprana localizada

(Desde el día 3 hasta las primeras 4 semanas tras la picadura)

Esta fase representa el momento ideal para diagnosticar y tratar la enfermedad, ya que la infección aún no se ha diseminado ampliamente por el cuerpo.

Características clínicas más comunes:

  • Aparición del eritema migrans (EM), una mancha rojiza en forma de diana, que suele expandirse lentamente desde el sitio de la picadura.
    → No siempre pica ni duele.
    → Puede aparecer de 3 a 30 días después de la picadura.
    → Solo aparece en el 60-80% de los casos (García Meléndez et al., 2014, p. 88).
  • Síntomas parecidos a la gripe: fiebre baja, fatiga, dolor muscular, escalofríos, sudoración.
  • Dolor de cabeza, rigidez de nuca, malestar general.
  • Ganglios inflamados cerca de la lesión cutánea.

En esta etapa, la bacteria Borrelia aún se encuentra principalmente en la piel y tejidos cercanos. La respuesta inmune del cuerpo puede ser suficiente para contenerla, pero sin tratamiento adecuado, suele progresar.

Diagnóstico en esta fase:

  • Clínico: si hay antecedente de picadura y presencia de eritema migrans, el diagnóstico se puede hacer sin necesidad de pruebas (CDC, ILADS).
  • Las pruebas serológicas pueden ser negativas, ya que los anticuerpos aún no han sido producidos en niveles detectables (Stricker et al., 2014).

Tratamiento:

  • Antibióticos orales (como doxiciclina o amoxicilina) por 14 a 21 días suelen ser eficaces.
  • Cuanto más temprano se administre, menores son las probabilidades de desarrollar enfermedad diseminada o crónica (Gutiérrez et al., 2010).

 

Fase 2: Enfermedad temprana diseminada

(Semanas a meses después de la infección inicial)

Si la enfermedad no se trata adecuadamente en la primera etapa, la bacteria puede diseminarse a través del torrente sanguíneo hacia otros órganos, incluyendo el sistema nervioso, las articulaciones y el corazón.

Manifestaciones clínicas más frecuentes:

  • Dolor articular migratorio, especialmente en rodillas y tobillos.
  • Síntomas neurológicos:
    • Parálisis facial unilateral (similar a parálisis de Bell).
    • Parestesias (hormigueos o sensación de corriente).
    • Dolor radicular (como ciática sin causa evidente).
    • “Niebla mental”, pérdida de memoria, dificultad para concentrarse.
  • Síntomas cardíacos:
    • Palpitaciones, arritmias.
    • Bloqueo auriculoventricular (AV) de diferentes grados.
      → Se han documentado casos de bloqueo AV completo (de tercer grado) que requerían marcapasos temporales (Loaiza et al., 2024; Lee, 2021).
  • Lesiones cutáneas secundarias (múltiples áreas con eritema migrans).
  • Dolor ocular, visión borrosa, zumbidos en los oídos.

Diagnóstico:

  • En esta etapa, las pruebas serológicas (ELISA + Western Blot) suelen ser más confiables.
  • El PCR en sangre, líquido cefalorraquídeo o biopsia puede detectar directamente el ADN de Borrelia (García Meléndez et al., 2014).

Tratamiento:

  • Dependiendo de la gravedad, puede requerirse tratamiento oral o intravenoso (ceftriaxona).
  • La duración varía entre 3 y 6 semanas, según el órgano afectado.
  • El tratamiento inadecuado o insuficiente puede llevar a la fase crónica.

 

Fase 3: Enfermedad de Lyme tardía o crónica

(Meses o incluso años después de la infección inicial)

Esta fase puede desarrollarse cuando la infección permanece sin tratar durante mucho tiempo, o cuando no fue erradicada completamente en fases anteriores. También se la conoce como “Lyme persistente” o, en algunos contextos, Lyme crónico (aunque esta denominación aún es controvertida en algunos sectores médicos).

Muchos pacientes llegan a esta fase tras haber sido diagnosticados erróneamente con enfermedades como fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, ansiedad, trastornos autoinmunes o incluso hipocondría (Sosa-Gutiérrez et al., 2016).

Síntomas frecuentes en esta fase:

  • Fatiga debilitante y persistente que no mejora con el descanso.
  • Dolor articular y muscular crónico, muchas veces migratorio.
  • Síntomas neuropsiquiátricos:
    • Dificultad para concentrarse (brain fog).
    • Ansiedad, ataques de pánico, depresión.
    • Trastornos del sueño severos.
    • Hipersensibilidad a estímulos sensoriales (luz, sonido, olor).
  • Disautonomía (inestabilidad de presión arterial, taquicardia postural, intolerancia al calor).
  • Problemas gastrointestinales funcionales (SII, disbiosis, náuseas inexplicables).
  • Síntomas autonómicos y endocrinos (menstruación irregular, hipotiroidismo subclínico, sensibilidad a químicos).

Diagnóstico:

  • El diagnóstico puede ser complicado por resultados negativos en pruebas tradicionales.
  • Muchos casos se confirman por antecedentes clínicos, síntomas típicos y respuesta al tratamiento empírico (Feria-Arroyo et al., 2014; Stricker et al., 2014).

Tratamiento:

  • Puede requerir terapia prolongada con antibióticos (oral o IV) combinada con:
    • Tratamiento de coinfecciones.
    • Apoyo inmunológico y digestivo.
    • Terapias naturales y desintoxicación hepática/linfática.
    • Abordaje psicológico y emocional.
  • Protocolos como los de ILADS, Horowitz (MSIDS), Buhner y Cowden se usan ampliamente en estos casos.

 

¿Todos los pacientes pasan por todas las fases?

No. Algunas personas:

  • Se curan completamente tras el tratamiento en fase temprana.
  • Nunca desarrollan síntomas severos.
  • Presentan síntomas neurológicos o articulares desde el inicio.
  • Experimentan una recaída meses o años después.

La variabilidad clínica se debe a múltiples factores:

  • Genotipo de la cepa de Borrelia.
  • Coinfecciones presentes (Babesia, Bartonella, Ehrlichia).
  • Estado inmunológico del paciente.
  • Genética individual (ej. HLA-DR, MTHFR).
  • Retraso en el diagnóstico.

 

¿Cómo saber en qué fase estoy?

Esta es una pregunta importante y legítima. Algunas pistas útiles:

Indicador

Fase probable

Eritema migrans reciente

Temprana localizada

Síntomas neurológicos o cardíacos nuevos

Diseminada temprana

Fatiga crónica y niebla mental persistente

Tardía / Crónica

Dolor articular migratorio

Diseminada o crónica

Pruebas negativas con síntomas típicos

Posible fase avanzada

 

Conclusión

Entender las fases clínicas de la enfermedad de Lyme no solo ayuda a mejorar el diagnóstico y tratamiento, sino que también valida la experiencia de los pacientes. Muchas personas han sido desacreditadas, etiquetadas erróneamente o abandonadas por el sistema de salud porque sus síntomas no encajaban en una “etiqueta médica” tradicional.

Lyme no siempre es lineal, pero sí es real. Y saber reconocer sus fases puede marcar la diferencia entre años de sufrimiento y un camino hacia la recuperación.

 

Fuentes de consulta

  • Becker, I., et al. (2014). Reservorios silvestres de Borrelia burgdorferi en el sureste de México. Revista Mexicana de Biodiversidad, 85(2), 530–543.
  • Feria-Arroyo, T. P., et al. (2014). Amblyomma ticks as potential vectors of Borrelia in Mexico. Journal of Vector Ecology, 39(1), 135–145.
  • García Meléndez, M. E., et al. (2014). Enfermedad de Lyme: actualizaciones. Gaceta Médica de México, 150, 84–95.
  • Gutiérrez, V., Becker, I., et al. (2010). Distribución de garrapatas del género Ixodes y su papel como vectores en México. Revista Biomédica, 21(4), 215–230.
  • Loaiza, F., Morgado, M., Yambay, X. (2024). Bloqueo auriculoventricular de tercer grado: caso clínico. Revista RELIGACIÓN, 9(39), e2401176.
  • Lee, M. (2021). A rare and reversible cause of third-degree AV block: Lyme carditis.
  • Prochnau, J., Kühnemund, A., Heyne, J.P. (2022). Reversible high-grade atrioventricular block with septal myocardial edema in Lyme carditis.
  • Sosa-Gutiérrez, C. G., et al. (2016). Diversity and distribution of ticks in Mexico: a review. Ticks and Tick-borne Diseases, 7(1), 15–30.
  • Stricker, R. B., et al. (2014). The limitations of the two-tier test for Lyme disease. Clinical Infectious Diseases, 58(5), 700–701.

 

¿Tienes dudas o experiencias que compartir? ¡Déjalas en los comentarios!

Nota: Este blog no sustituye el diagnóstico médico. Si sospechas de Lyme, consulta a un profesional.

 

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Información recopilada y analizada por Luis Antonio Hernández Cuéllar.
Publicada el 7 de junio del 2025.



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