El reconocimiento de la enfermedad de Lyme como urgencia continental
La enfermedad de Lyme ha sido históricamente asociada con
Estados Unidos y algunos países de Europa. Durante décadas, se ha sostenido el
discurso de que esta patología es exclusiva de ciertas zonas del hemisferio
norte, ignorando las evidencias crecientes sobre su presencia autóctona en
América Latina. México no es la excepción. De hecho, es un país clave por
su ubicación, biodiversidad y realidad sanitaria. Pero no está solo.
Esta entrada busca mostrar que la lucha por el
reconocimiento del Lyme no es sólo mexicana, sino regional. Desde el norte
hasta el sur del continente, cada vez más pacientes, investigadores y
defensores de la salud están alzando la voz. Todos enfrentan barreras similares:
falta de diagnóstico, negación institucional, abandono médico, altos costos y
desinformación. Pero también comparten algo aún más fuerte: la esperanza de
transformar esta realidad a través de la verdad, la evidencia y la unión.
El patrón se repite: los síntomas, la negación, el
silencio
No importa si estás en México, Colombia, Argentina, Brasil o
Chile. Los testimonios se parecen: personas que durante años buscan respuestas
sin éxito; médicos que no reconocen la enfermedad porque “aquí no existe”;
pacientes que terminan siendo diagnosticados erróneamente con fibromialgia,
fatiga crónica, depresión, trastornos de ansiedad o enfermedades autoinmunes.
Muchos llegan a pensar que están imaginando sus síntomas.
Otros, lamentablemente, ya no logran contarlo. La falta de diagnóstico y
tratamiento oportuno no es un error médico aislado, es un reflejo de una
falla sistémica en salud pública que afecta a toda la región.
Vectores, reservorios y Borrelia: una realidad
latinoamericana
Diversas investigaciones científicas han confirmado que las
garrapatas del género Ixodes, Amblyomma y Dermacentor
están presentes en numerosos países de América Latina. Se han identificado en
zonas rurales, bosques tropicales, áreas agrícolas, parques naturales y hasta
en entornos urbanos.
De igual forma, se ha documentado la presencia de Borrelia
burgdorferi sensu lato (la bacteria causante de Lyme) en fauna silvestre,
roedores, aves migratorias y garrapatas recolectadas en México, Colombia,
Brasil, Chile y Argentina.
Esto desmonta por completo el argumento de que Lyme es una
“enfermedad importada” o “ajena a nuestra región”. El agente circula. El
vector está. El contagio existe. Y los pacientes también.
Lo que pasa en México, puede ayudar a todo el continente
México tiene una gran oportunidad y también una gran
responsabilidad. Si logra que el Estado reconozca oficialmente el Lyme como
enfermedad endémica, y se implementan medidas de vigilancia, diagnóstico y
tratamiento, esto puede marcar un precedente para otros países
latinoamericanos.
Por eso, la petición que se ha presentado en México no es
únicamente nacional: tiene valor regional. Es un llamado a que otras naciones
también revisen su situación epidemiológica, escuchen a sus pacientes, y se
sumen a una respuesta articulada.
La enfermedad de Lyme no reconoce fronteras. Las
soluciones tampoco deberían hacerlo.
¿Qué se necesita en América Latina?
- Reconocimiento
institucional del Lyme como enfermedad presente y transmisible en la
región
- Vigilancia
entomológica y epidemiológica sistemática
- Acceso
a pruebas diagnósticas sensibles y adaptadas a las cepas locales
- Capacitación
del personal médico en enfermedades transmitidas por garrapatas
- Apoyo
regional a la investigación científica sobre Borrelia y coinfecciones
- Protocolos
clínicos flexibles, basados en evidencia y adaptados al contexto
latinoamericano
- Protección
de los derechos humanos de los pacientes: salud, información, justicia, no
discriminación
La voz de los pacientes: fuerza continental
Hoy, las redes de pacientes están logrando lo que los
sistemas de salud no han podido: documentar casos, compartir experiencias,
ofrecer apoyo, orientar sobre laboratorios, terapias y especialistas. En muchos
países, estos grupos son la única fuente confiable de información y
compañía para quienes inician el doloroso camino del Lyme.
Pero los pacientes no deberían cargar con esa
responsabilidad solos. El Estado, las universidades, los colegios médicos y
los organismos de salud deben escuchar y actuar.
La movilización en México es apenas un primer paso. Esta
lucha debe replicarse, fortalecerse y acompañarse en todos los rincones de
América Latina. Porque lo que está en juego no es sólo una bacteria, sino el
derecho a ser vistos, escuchados y atendidos con dignidad.
Un futuro en común
La esperanza está viva. Cada documento enviado, cada
testimonio compartido, cada médico que se capacita, cada diagnóstico que llega
a tiempo, es un paso hacia adelante.
En México, estamos luchando para que se reconozca la
realidad del Lyme, se atienda a los pacientes con dignidad, y se actúe con base
en la evidencia. Pero no queremos caminar solos. Sabemos que esta es una
causa regional, que exige unidad, ciencia, voluntad política y solidaridad
humana.
No es una enfermedad huérfana. Es una enfermedad ignorada. Y
esa diferencia, depende de lo que hagamos juntos a partir de hoy.
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Porque el dolor no tiene pasaporte. Pero la esperanza sí puede cruzar
fronteras.
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