Cuando la infección no se detiene: comprender la fase persistente de Lyme
Uno de los aspectos más desafiantes de la enfermedad de Lyme
es su capacidad para convertirse en una afección crónica y multisistémica. Esto
ocurre cuando la infección no es tratada de forma oportuna, el tratamiento
inicial es insuficiente, o cuando el sistema inmune del paciente no logra
erradicar por completo la bacteria Borrelia burgdorferi u otras
coinfecciones transmitidas por garrapatas.
Para muchos pacientes, los síntomas crónicos representan una
verdadera pesadilla médica: son debilitantes, cambiantes, difíciles de explicar
y muchas veces desacreditados por profesionales de la salud que no reconocen el
curso persistente de la enfermedad. A esto se suma que, en América Latina y especialmente
en México, Lyme sigue siendo subdiagnosticada y las formas crónicas
prácticamente ignoradas en las guías clínicas oficiales (García Meléndez et
al., 2014; Gutiérrez et al., 2010).
Esta entrada ofrece una guía clara y validante sobre los síntomas
crónicos y multisistémicos de la enfermedad de Lyme, basándose en
investigaciones médicas, experiencia clínica y testimonios de pacientes.
¿Qué significa “Lyme crónico”?
Aunque el término “Lyme crónico” es controvertido en algunos
sectores médicos, cada vez más estudios reconocen que un subgrupo de
pacientes continúa experimentando síntomas incapacitantes durante meses o años
después de una infección inicial (Stricker et al., 2014; Waddell et al., 2016).
Estos síntomas pueden persistir incluso después de un tratamiento antibiótico
estándar, fenómeno que ha sido denominado “síndrome posterior a la enfermedad
de Lyme” o post-treatment Lyme disease syndrome (PTLDS).
En otros casos, el paciente nunca fue diagnosticado correctamente
en fases tempranas, lo que permitió que la infección se diseminara a múltiples
órganos y se volviera difícil de erradicar.
¿Qué tan común es?
Estudios realizados en EE. UU. estiman que entre el 10% y
el 20% de los pacientes tratados desarrollan síntomas persistentes (Waddell
et al., 2016). En regiones donde la enfermedad no es reconocida oficialmente,
como México, el subregistro impide conocer cifras precisas, pero los
testimonios de pacientes indican que los casos crónicos podrían ser incluso más
frecuentes debido al diagnóstico tardío.
¿Por qué puede volverse crónica?
Las causas de la persistencia de síntomas pueden incluir:
- Supervivencia
intracelular de Borrelia en formas pleomórficas (quistes, formas L,
biofilm).
- Coinfecciones
no tratadas como Bartonella, Babesia, Ehrlichia o
virus reactivados.
- Disfunción
inmunológica post-infección.
- Respuesta
inflamatoria persistente que causa daño tisular.
- Factores
genéticos o epigenéticos que dificultan la detoxificación o la respuesta
inmune (ej. mutaciones en MTHFR, HLA-DR).
¿Qué sistemas del cuerpo puede afectar?
La enfermedad de Lyme crónica puede afectar prácticamente todos
los sistemas corporales. A continuación, se describen los más
frecuentemente involucrados:
1. Sistema nervioso central y periférico
- Niebla
mental (brain fog): dificultad para pensar con claridad, encontrar
palabras, mantener la atención.
- Trastornos
de memoria a corto plazo.
- Dolor
neuropático: quemazón, pinchazos, descargas eléctricas, hormigueo.
- Parestesias
migratorias (hormigueos que cambian de lugar).
- Hiperacusia
(intolerancia a sonidos), fotofobia, mareo.
- Espasmos
musculares, debilidad, temblores.
- Insomnio
o sueño no reparador.
Estos síntomas pueden simular esclerosis múltiple,
fibromialgia, epilepsia parcial, trastornos cognitivos o incluso psicosis.
2. Sistema musculoesquelético
- Dolor
articular migratorio, especialmente en rodillas, caderas, hombros y dedos.
- Artritis
crónica o intermitente con inflamación visible.
- Rigidez
matutina prolongada (más de una hora).
- Dolor
muscular profundo sin relación con el esfuerzo físico.
- Sensación
de cuerpo “pesado” o dificultad para moverse.
La artritis de Lyme es uno de los cuadros más documentados.
Puede aparecer meses o años después de la picadura inicial y confundirse con
artritis reumatoide (García Meléndez et al., 2014, p. 89).
3. Sistema cardiovascular
- Palpitaciones
irregulares.
- Dolor
torácico atípico.
- Disautonomía:
inestabilidad de presión arterial, taquicardia postural.
- Bloqueos
auriculoventriculares (AV) de grados variables, en algunos casos
reversibles (Loaiza et al., 2024; Prochnau et al., 2022).
En la carditis de Lyme, la inflamación del tejido cardíaco
puede llevar a trastornos graves de conducción eléctrica. En algunos casos, el
paciente requiere marcapasos temporal.
4. Sistema digestivo
- Náuseas
crónicas, reflujo, pérdida de apetito.
- Síntomas
similares al síndrome de intestino irritable (SII): diarrea,
estreñimiento, distensión.
- Intolerancias
alimentarias nuevas o agravadas (gluten, lácteos, histamina).
- Infecciones
oportunistas como Candida albicans o sobrecrecimiento bacteriano
intestinal (SIBO).
El intestino se ve afectado tanto por la infección como por
el uso prolongado de antibióticos, generando disbiosis y permeabilidad
intestinal.
5. Sistema endocrino y metabólico
- Hipotiroidismo
subclínico o autoinmune.
- Disregulación
del eje HPA: fatiga adrenal, intolerancia al estrés.
- Alteraciones
hormonales menstruales.
- Pérdida
o ganancia de peso inexplicable.
- Intolerancia
al calor, frío, esfuerzo o ambientes cargados.
6. Sistema inmunológico
- Reacciones
alérgicas nuevas o aumentadas.
- Síndrome
de activación mastocitaria (MCAS).
- Inmunosupresión
funcional: infecciones virales reactivadas (como Epstein-Barr o herpes).
- Inflamación
persistente de bajo grado (citocinas elevadas, IL-6, TNF-α).
Muchos pacientes presentan pruebas inmunológicas alteradas,
pero sin un diagnóstico claro de enfermedad autoinmune, lo que refleja una
disfunción inmune más que una autoinmunidad clásica.
7. Salud mental y emocional
- Ansiedad
generalizada, ataques de pánico, miedo sin causa aparente.
- Depresión
resistente al tratamiento convencional.
- Irritabilidad,
labilidad emocional, llanto fácil.
- Aplanamiento
afectivo o desconexión emocional.
- Sensación
de desesperanza, retraimiento social.
Estas manifestaciones no son psicológicas en origen, sino
producto de inflamación neuroinmunológica y alteraciones bioquímicas inducidas
por la infección.
¿Cómo se manifiestan estos síntomas en la vida diaria?
Los síntomas crónicos de Lyme afectan profundamente la
calidad de vida. Muchos pacientes:
- No
pueden trabajar a tiempo completo.
- Abandonan
actividades sociales y familiares.
- Acuden
a múltiples médicos sin diagnóstico claro.
- Son
etiquetados como hipocondríacos, ansiosos o psicosomáticos.
- Pierden
la confianza en el sistema de salud.
En palabras de un paciente:
“Un día estás bien, y al otro tu cuerpo se convierte en un enemigo. Nadie lo
ve, pero todo duele, todo cansa, todo confunde.”
¿Qué pruebas ayudan a identificar el Lyme crónico?
Las pruebas serológicas tradicionales (ELISA y Western Blot)
no siempre son confiables en fases crónicas, debido a la variación
genética de las cepas, la respuesta inmune debilitada o la forma intracelular
de la bacteria (Stricker et al., 2014).
Pruebas útiles pueden incluir:
- PCR
en sangre, orina o biopsias.
- Pruebas
de coinfecciones (Babesia, Bartonella, etc.).
- Estudio
de citocinas inflamatorias.
- Evaluación
del sistema inmune (CD57, inmunoglobulinas).
- Pruebas
de sensibilidad alimentaria o histamina.
El diagnóstico de Lyme crónico suele basarse en criterios
clínicos e historia médica, más que en una única prueba confirmatoria.
¿Cómo se trata?
El tratamiento debe ser personalizado, multidisciplinario
y gradual, abordando tanto la infección como las coinfecciones, la
inflamación y la recuperación del organismo. Las estrategias más usadas
incluyen:
- Antibióticos
combinados a largo plazo (según guías ILADS o Burrascano).
- Terapias
antiparasitarias, antivirales y antifúngicas según el perfil del paciente.
- Suplementos
inmunomoduladores y antioxidantes.
- Protocolos
herbales como Buhner, Cowden o Zhang.
- Desintoxicación
hepática, linfática y celular.
- Tratamiento
del intestino, sistema nervioso, sueño y salud emocional.
- Apoyo
psicológico especializado en enfermedades crónicas invisibles.
Conclusión
Los síntomas crónicos y multisistémicos del Lyme no son
imaginarios, no son exageraciones y no son meramente “secuelas”. Representan la
persistencia de un proceso infeccioso, inflamatorio e inmunológico complejo
que, si se ignora, puede arruinar años de vida.
Escuchar al paciente, validar su experiencia y abordar la
enfermedad desde una perspectiva integral es el primer paso hacia la sanación.
La recuperación es posible, pero comienza con el reconocimiento.
Fuentes de consulta
- Becker,
I., et al. (2014). Reservorios silvestres de Borrelia burgdorferi en el
sureste de México. Revista Mexicana de Biodiversidad, 85(2), 530–543.
- Feria-Arroyo,
T. P., et al. (2014). Amblyomma
ticks as potential vectors of Borrelia in Mexico. Journal of
Vector Ecology, 39(1), 135–145.
- García
Meléndez, M. E., et al. (2014). Enfermedad de Lyme: actualizaciones.
Gaceta Médica de México, 150, 84–95.
- Gutiérrez,
V., Becker, I., et al. (2010). Distribución de garrapatas del género
Ixodes y su papel como vectores en México. Revista Biomédica, 21(4),
215–230.
- Loaiza,
F., Morgado, M., Yambay, X. (2024). Bloqueo auriculoventricular de
tercer grado: caso clínico. Revista RELIGACIÓN, 9(39), e2401176.
- Prochnau, J., Kühnemund, A.,
Heyne, J.P. (2022). Reversible high-grade atrioventricular block with
septal myocardial edema in Lyme carditis.
- Stricker, R. B., et al. (2014).
The limitations of the two-tier test for Lyme disease. Clinical
Infectious Diseases, 58(5), 700–701.
- Waddell, L. A., et al. (2016). The
accuracy of diagnostic tests for Lyme disease in humans: a systematic
review and meta-analysis. BMC Infectious Diseases, 16, 1–19.
- Sosa-Gutiérrez,
C. G., et al. (2016). Diversity
and distribution of ticks in Mexico: a review. Ticks and
Tick-borne Diseases, 7(1), 15–30.
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Nota: Este
blog no sustituye el diagnóstico médico. Si sospechas de Lyme, consulta a un
profesional.
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